lunes, 21 de febrero de 2011

Principio de composición algorítmica

Yo, el centro del tablero de ajedrez de Marcel Duchamp y John Cage, el tierra de nadie, el que entre batallas anota en la libreta de composición algorítmica que el principio es más claro que el final. El ruido constante del alfil blanco a caballo negro hace que preste más atención a todo lo que sucede alrededor que a la inevitable sangría que está a punto de formarse. La suma de notas azarosas es un enjambre de dudas, quizá resueltas desde el mismo instante en que fueron presentadas ante un manojo de posibilidades, tal vez infinitas en el mundo del azar controlado. En el centro yo, a un lado Duchamp con su esposa, al otro Cage, fumándose un puro y respondiendo a preguntas que desconoce y cuyas respuestas lee de su libreta, hace meses anotadas, en un orden que el I Ching le manifestó como el real en el momento de plantearlas. Soy afortunado al estar o creer que estuve en ese tablero entre la gran batalla que duró días. El ruido es ensordecedor a medida que la partida avanza con cierto orden, con cierto desorden. El alfil cayó, varios peones, la estrategia del caballo que sólo tiene como meta acabar con otro caballo es emocionante. Yo, ¿en qué recuadro estoy?, el centro no es perfecto, así que espero que ellos me puedan despejar la duda, la verdad ante tantas posibilidades, la mentira predeterminada, el interrogante de un estado variable e impredecible. En la libreta de composición algorítmica anoto lo real y lo más interesante, lo cambiante, lo que sucede. A mí también me gustaría estar fumándome un puro y hacer historia, ¿a ti no? Yo, que en el centro del universo ando, sin el menor rastro de narcisismo, sin espejo, con las manos en los bolsillos porque corro el riesgo de equivocarme ante tanta posibilidad, mejor estar quieto, atento y con un buen puro que pueda disfrutar viendo la belleza del desmorone, la utilidad del desorden. Guiño un ojo a Duchamp, le mando un beso de mariposa a su mujer, le pido fuego a Cage, respiro y admiro la belleza de lo insoportable de este momento único. Anoto en mi libreta de composición algorítmica que tengo dudas de estar en el tablero, de que aquel sea Duchamp, de que su mujer sea una mujer, de que el tipo del puro sea Cage y no un banquero, y de que yo, sea quien sea, esté seguro de ser yo. 

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