domingo, 23 de junio de 2013

César.

Bien, descontento con el tintineo de las fugaces esperanzas que asolan de pánico el asfalto, porque lo que hay por aquí no son derrotas sino esperanzas que no llegan, desvirtuadas sonrisas que no cumplen propósitos sino que encierran dientes, dientes y vísceras mal olientes. La derrota es un lugar raro, en el que pocos desean estar, pero es un lugar, como cualquier cuartucho de hotel, un lugar en el mundo. Lo peor son las sorpresas rancias y el desanimo de no conocer tu lugar, de querer abrir las ventanas y saberte calado hasta los huesos con un temporal del demonio.

Os pusisteis vuestras mejores chaquetas azules y vuestros mejores pantalones cortos, "shorts" les llamáis. Animasteis vuestras fiestas de graduación, vuestras primeras nupcias, vuestras comilonas anunciando a vuestros vástagos antes incluso de ser garbanzos acaso, vuestros primeros coches, vuestras llaves de casas, residencias, vacaciones, retiros, lagos, montañas, playas, centro, afueras, vuestros divorcios, los alegres divorcios, ascensos, descensos, graduación de inútiles hijos, bodas, nietos, mierda, toda esa mierda que os gusta a vosotros. Animasteis vuestras fiestas con música abominable, con vestidos horribles, con bebidas de dibujos animados. Y yo os vi, os vi de lejos, sabía que no podría estar solo, que vosotros no erais de los míos. Me sentí dichoso cuando me nombrasteis el excomulgado del año al no querer entrar en el embudo, al no llamar "shorts" a los pantalones cortos, por favor, cada risa vuestra fue un paso más alejado que yo daba, fuera del círculo, confié en todos aquellos que no conocía pero que sabía que estaban conmigo. Para vosotros perdí, para mí gané.

¿Derrota?, dudo cada vez más de las palabras, así que no califico ya casi nada de mi estado mental normal. Según vosotros he perdido, según yo, al estar lejos de vosotros, soy el puto César.

lunes, 3 de junio de 2013

El infierno era esto

Todo esto es tan difícil como escalar el Everest a la pata coja y totalmente borracho. 
Mi torre es alta, hecha de piedras gruesas, pasan huracanes por mi lado, destruyen y erosionan, pero no derrumban la torre. Esto es una lucha encarnizada de hachas, actitudes, fotografías, deseos, talento, dudas, sudor, sangre y dinero. 
Todos estos años, después de los huracanes, de las heridas y de la ruina, uno sigue pensando que hay algo bueno detrás de todo esto. El legado, la obra. 
Pero nadie la quiere. 
Tocar ante un auditorio del que piensas que estaría mejor en otro lugar, en otra situación, la lucha por abrir oídos es una lucha en la que ya no quiero participar. Estoy tan cansado que ahora yo soy el auditorio y creo que me estáis molestando, no quiero tanta información de vosotros.
A veces uno piensa que está en este oficio de sobrevivir escribiendo canciones porque es su fin en la vida, porque es lo único que sabe hacer y lo único que sabe hacer bien, porque todo lo demás lo estropea, lo hace añicos. 
Ahora mismo me importa una absoluta mierda que escuchéis mis canciones, que vayáis a nuestros conciertos, hay un muro entre yo y vosotros, estoy en el campo de batalla haciendo aspavientos con mi guitarra, gritando y sudando y mis rivales, vosotros, dados de espaldas. 
Tal vez estoy aquí para perder con cierta dignidad y tal vez vosotros estáis aquí como el médico del demonio que cada día inyecta una pequeña dosis de heroína en el paciente yonqui, para que nunca se cure y para que nunca se enganche demasiado, para que poco a poco se vaya destruyendo mientras os bendice con un beso en la frente.