domingo, 13 de noviembre de 2011

El hombre delgado

El hombre delgado que por el lado izquierdo le pasan las personas conocidas sin rozarle aparentemente, que por el lado derecho le resoplan las desconocidas, claramente en contacto quasi violento. Encima, la parábola del infinito trazada velozmente por dos golondrinos, uno tuerto de un ojo, otro tuerto de un ala. Debajo el hombre gordo, entre conocido y reconocido, subido quasi de puntillas sobre una esfera perfecta de dorada luz y negro equipaje, que le impide subir y bajar. El hombre delgado no piensa en quedarse y su cabeza se tiñe de huecos de golondrino, por la derecha el viento es tan violento que sus ojos son inservibles, por la izquierda nadie le tiende la mano y ya le están empezando a desaparecer las rodillas, fruto de la gula del gordo, pero no piensa en quedarse, porque eso es de cobardes. El hombre delgado no lo es. Y no saldrá de casa ningún veinte de noviembre de ningún año, de aquí hasta que el gordo explote.

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