domingo, 19 de junio de 2011

Cuando vinieron...

Cuando llegaron no era un día demasiado extraño, tan solo, por resaltar algo, encontré más suciedad de lo habitual en la mirada del panadero o más pesadez. Hice todo tal cual lo había hecho muchos días atrás. Despertar, paseo, café, piano, ya sabéis... Hice un recorrido infantil por algunos años pasados de mi vida, eché de menos, me alegré de perder algunas cosas, recapacité y me puse a prueba, nada raro, nada que no fuera habitual. Abrí el libro por la misma página y sólo leí lo que estaba anotado en la página ciento catorce creo que cinco años atrás, recordé el día que entré a la librería, (era la hora en la que debía estar en clase de contrapunto, que no se dedicaba a enseñar a coser nada excepto voces, líneas melódicas con reglas a cada tiempo, divertido cuando tienes soltura, horrible si no la consigues) con una lista de libros que le di con urgencia al señor librero, le pregunté si me los podía conseguir. Sí. Perfecto. Leí algo, sobrellevé la mañana lo mejor que pude, con demasiada autoestima, si me permiten decirlo. Me preparé otro café y volví a pensar en la gente que están obligados a dejarlo por problemas cardíacos o de tensión, no sé. Hice una llamada, borré un número de teléfono, cuarenta y cinco mails de publicidad de cremas protectoras y me fumé otro cigarro. Entonces, cuando empezaba el día a enredarse de nuevo y a no tener un final claro, vinieron a por mí, sin dar explicación me arrastraron del cuello y me patearon, nunca hablaban, sólo empezaron a arrastrarme calle abajo hasta los pies de un hombre parecido a mí, vestido de negro, manchado, con más años que yo y más vida que yo, que decía conocerme pero que no tenía nada contra mí, que incluso hasta me quería, que todo eso lo hacía por mí. Retrocedió dos pasos y me tendió la mano, me abrazó y al oído, con voz fría y como predicando: "El tiempo se pasa volando".

1 comentario:

Anónimo dijo...

dylaniano diría yo...