lunes, 3 de junio de 2013

El infierno era esto

Todo esto es tan difícil como escalar el Everest a la pata coja y totalmente borracho. 
Mi torre es alta, hecha de piedras gruesas, pasan huracanes por mi lado, destruyen y erosionan, pero no derrumban la torre. Esto es una lucha encarnizada de hachas, actitudes, fotografías, deseos, talento, dudas, sudor, sangre y dinero. 
Todos estos años, después de los huracanes, de las heridas y de la ruina, uno sigue pensando que hay algo bueno detrás de todo esto. El legado, la obra. 
Pero nadie la quiere. 
Tocar ante un auditorio del que piensas que estaría mejor en otro lugar, en otra situación, la lucha por abrir oídos es una lucha en la que ya no quiero participar. Estoy tan cansado que ahora yo soy el auditorio y creo que me estáis molestando, no quiero tanta información de vosotros.
A veces uno piensa que está en este oficio de sobrevivir escribiendo canciones porque es su fin en la vida, porque es lo único que sabe hacer y lo único que sabe hacer bien, porque todo lo demás lo estropea, lo hace añicos. 
Ahora mismo me importa una absoluta mierda que escuchéis mis canciones, que vayáis a nuestros conciertos, hay un muro entre yo y vosotros, estoy en el campo de batalla haciendo aspavientos con mi guitarra, gritando y sudando y mis rivales, vosotros, dados de espaldas. 
Tal vez estoy aquí para perder con cierta dignidad y tal vez vosotros estáis aquí como el médico del demonio que cada día inyecta una pequeña dosis de heroína en el paciente yonqui, para que nunca se cure y para que nunca se enganche demasiado, para que poco a poco se vaya destruyendo mientras os bendice con un beso en la frente.

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