domingo, 23 de octubre de 2011

Alberto y la tormenta matutina

Antes era muy viejo pero soy más joven ahora.
Nunca fui agraciado en nada que no tuviera un significado inútil. Podría tener una habilidad extrema para hacer trucos de magia y hacer aparecer y desaparecer objetos, hasta incluso personas. Podría haber mantenido firme la trayectoria y tener un puesto en correos como dios manda, hacer feliz a mi madre y no buscar en mis bolsillos para daos otra colección de miserables y estúpidas canciones y esperar, esperar, esperar... Pero no, quería que mis sentidos enloquecieran y ver amaneceres y anocheceres sin descanso, ir más allá de lo que fue nadie y descubrir el cómo y el porqué y empeñarme en hacerlo yo también, al menos con la dignidad que lo hicieron ellos. Cohen, Waits, Kerouac, Ginsberg, Ray Charles, Richard Manuel, Beethoven, Glenn Gould, Albert Caraco, Bukowski... Camus decía que cuando sólo fuera un escritor, dejaría de ser escritor. Yo ahora sé que sólo soy una cosa, que ahora no tiene nombre para mi, ni siento la intención de nombrarla, algo en lo que he empleado toda mi vida y que moriré haciendo. Pero si Alberto tenía razón, ahora mismo no soy nada, porque sólo soy algo y eso es triste, algo en lo que ya casi nadie cree.
¿Sólo algo o sólo nada?. 
¡Alberto hijo de puta!

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