Escucho en mis cascos la quinta sinfonía de Mahler. Me fumo el último cigarro de un paquete al que vuelvo a jurar que será el último. Y pienso. He dejado de lado cosas fascinantes y en el silencio de mi casa llego al arrepentimiento justo antes del sueño. Siento que tengo tantas cosas por hacer que me olvido de lo que debería haber hecho con lo que tenía delante. Y Mahler ayuda, ayuda a la desesperación. Solo quiero leer los libros que nunca podré leer y me entristece enormemente no poder llegar a leerlos y si los leo, llegar a comprenderlos. Creo que no te volveré a llamar, lo siento. No volveré a hacerlo. Debería haber estado al lado de otras personas y ahora es el momento de saldar mi deuda estando solo. Soy el puto hombre de hojalata, el brillante hombre de hojalata. Mahler es un genio. El bueno de Mahler. Cuando deseaba que estuvieras a mi lado no te quisiste acercar y por eso también cumplo la condena autoimpuesta. A alguien le dije una vez que he vivido más cosas de las que recuerdo pero, alguna vez tendría que recordarlas. Soy el jodido hombre de hojalata que escucha Mahler un domingo por la noche sin haber cenado y que va a dormir más solo que la una.
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