lunes, 6 de septiembre de 2010

Autobiografía espontánea

Sí, yo estuve en el fondo del barco abandonado, yo estuve allí, observando a las chicas pasar, en el fondo, tumbado en el suelo y escribiendo todo lo que creía que podía ver. Pero no vi nada. Estaba muy oscuro y hacía frío. Tiré todos mis blocs de notas por el agujero del barco, los tiré al mar, A. se enfadó cuando se lo conté, me dijo que si en ese momento hubiera estado a mi lado no me habría dejado hacerlo, pero no estaba, no estuvo, no pudo estar o no quiso estar o yo que sé. Todos mis blocs en el mar, mis historias en el mar, nadando, mis historias en la panza de un tiburón, disfrutando del descanso.
M. me dijo que si alguna vez quería reconocerme debería dejar plasmada mi vida en algunas fotos, para eso, para que algún día pudiera reconocerme. Compré, con el dinero de dos semanas y mil mesas atendidas, una cámara de fotos. Hice fotos de todo cuanto creía que podía ver, pero no vi nada. Ahora tengo un carrete velado y una cámara aburrida, debería haber guardado ese carrete para hacerte una foto a ti, para eso, para reconocerte algún día, o no, pero ahora me estoy acordando de ti.
Una vez hice un gran viaje, me fui, lloré tanto que empecé a ahogarme y tuve que nadar y abrir puertas cerradas para que el agua de mi llanto pudiera liberarse. Me deslicé durante días, mojado y medio desnudo y curiosamente acabé cerca del mar, donde habían más gotas saladas y las junté con las mías, se conocieron y ahora son muchas más, a veces me saludan y yo con media sonrisa me siento satisfecho de que les vaya tan bien. Bergara. Zarautz. Zumaia. Niza. Pasé mis mejores días allí. Pocos saben de mi viaje, pocos han querido saber y hay quien no sabe nada. Pero eso es otra historia.
Hay días mucho mejores que otros. Alguna vez te contaré lo que me pasó en una playa de Zumaia mientras escuchaba el New skin for the old ceremony de Leonard Cohen, si tú quieres, si me das tiempo …
Soy el que está justo delante de mí. Recuerdo a T. consolándome, tranquilizándome. Haciéndome entender que tal vez había algo bueno detrás de esa horrible pesadilla. Ella estuvo, yo no. Pero todo es un problema de identidad y carácter, la vida es una frecuencia de errores, todo depende de cuál sea esa frecuencia, preferiblemente baja, claro, pero como no hay nada claro, pues miramos a otro lado y nos distraemos con los niños chicos, ellos saben eso pero lo ocultan perfectamente, saben que nosotros también lo sabemos pero no lo demuestran.
Un amigo cayó desde la torre más alta hasta el suelo. Caras conocidas, caras asustadas y una melodía que no llegué a reconocer se estableció en mi cabeza durante días. Pensé en aviones. Recuerdo a gente formando un círculo alrededor de su cuerpo. Él muerto y yo no. Pero todo tiene un sentido. Debería haber guardado mi carrete velado sin velar. Esa noche soñé o creí soñar con una frase: “la noche de todos los miedos os la debo a vosotros”. Ya está escrita, no la creé yo, sólo la recordé mientras dormía o lo intentaba.
A. se fue a Barcelona. Me dijo que nunca había dejado de querer a J., pero yo no puedo hacer nada. A. se marchó, me regaló tres kilos de literatura. Me dedicó los libros de Kafka con la frase: “Estamos ataviados de manera ridícula para este mundo”. Ahora suspiro … y no escribo más. Paso a otro párrafo.
Otra vez me estoy acordando de ti.
Un viaje en tren. Podríamos ponerle nombre a las ráfagas de viento. Dicen que es complicado, pero si tú quieres, tendremos más posibilidad.
I. me preguntó que como reaccionaría si ella llorara por mi culpa. No supe que decir, ¿alguién sabe que se dice en esos momentos?. Yo desde luego no tuve respuesta. Eso fue cuando sus ojos estaban brillantes. Más tarde lloraron y yo me limité a subir el volumen del equipo de música, me acordé del barco abandonado y no es que no viera nada, es que no quise ver nada. Pensé en mi tiburón, el que se tragó mis historias, seguro que se ha montado una editorial y es el pescado más gordo de todo el mar.
A veces, cuando me aburro, hago inventario de los momentos que todavía soy capaz de recordar. Brindo por ellos. Pero ahora sólo tengo uno en la memoria, sólo uno, uno que no es aún pasado pero que empieza a transformarse en él.
E irremediablemente sigo acordándome de ti.


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