miércoles, 5 de octubre de 2011

De Granada y bichos

Demasiado tuvieron que cargar los gatos con todas esas historias sobre el diablo, luego la divinidad y cuando los momificaban y demás. Ahora cualquier colectivo salvaje de gatos es un rollo parecido a las SS. Sabéis lo de las ballenas, al parecer saben cuándo van a morir y buscan su lugar para tal fin, algo parecido pasa con los elefantes. Y esos insectos despreciables que, tras aparearse se deslizan sobre un narcótico sentimiento cuyo fin es morirse, así, como suena, morirse. Luego están los destinados a morir en las fauces de los más solitarios asesinos a sueldo, son como ejercicios de entrenamiento para, después de una siesta entre árboles, analizar cada una de las flaquezas del desgraciado y pulir el ataque, refinarlo y limpiarlo de impurezas y todo eso.
Algo parecido sucede en esta ciudad en la que el destino me trajo. Estamos tan acorralados y perseguidos, que casi siempre me siento hijo del mismísimo demonio, o una gorda ballena que ya vislumbra su cuna de sal, arena y algas podridas.

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